Cómo evitar que nuestro dolor se transforme en sufrimiento
El dolor es inevitable
Que el dolor es algo inevitable todos lo sabemos, nuestra propia experiencia así nos lo ha demostrado.
Todos, en algún momento, hemos vivido acontecimientos dolorosos como la muerte de un ser querido, una separación, problemas familiares o una enfermedad importante, por ejemplo.
Ante este tipo de situaciones es inevitable que, en mayor o menor medida, sintamos dolor emocional ya sea en forma de tristeza, rabia, miedo, angustia, desconsuelo, desesperación…
Aunque al principio estos sentimientos dolorosos pueden llegar a ser muy intensos, sobre todo en situaciones inesperadas, suelen ir disminuyendo con el paso del tiempo. La evolución nos ha dotado de un mecanismo adaptativo de habituación por el que una misma estimulación produce cada vez menor intensidad de respuesta.
Un ejemplo típico se da cuando se trabaja en un ambiente ruidoso, la habituación al ruido produce que éste se perciba como menos intenso de lo que es.
Por suerte, el dolor emocional también obedece a este mecanismo de habituación. Si bien es verdad que no todos nos adaptamos por igual a una misma situación. Cada uno necesitará su propio ritmo para aceptar su dolor, hacerle frente y sobreponerse.
El sufrimiento es opcional
Ante una situación dolorosa es importante que permanezcamos atentos para evitar que nuestro dolor pueda evolucionar hacia un sufrimiento innecesario que, en el peor de los casos, puede llegar a acompañarnos gran parte de nuestra vida.
Nuestros juicios acerca de cómo debería ser la realidad, la negación a aceptar lo ocurrido y aferrarse a una idea de lo que debería suceder en el futuro alimentan nuestro sufrimiento.
Otra fuente considerable de sufrimiento proviene de quedarnos “enganchados” a situaciones pasadas no resueltas adecuadamente. Es importante que no caigamos en la trampa de rememorar una y otra vez aquello que nos dijeron o hicieron y que tanto dolor nos causó, o aquello que dijimos o hicimos y que tanto dolor provocó. Lo pasado, pasado está y por más que queramos no lo podemos cambiar.
Únicamente merece la pena volver al pasado para aceptarlo, aprender y sanar las heridas que nos haya podido causar.
Tampoco ayudan las especulaciones sobre el futuro. Cuando el dolor nos embarga, es fácil que caigamos en el error de fantasear acerca de un futuro poco alentador. Sin embargo, la realidad es que por más vueltas que le demos, es imposible saber con certeza qué ocurrirá mañana.
Lo único cierto es que el futuro no existe, se va creando con cada paso que damos, y aunque es cierto que hay circunstancias que no podemos cambiar, sí que podemos cambiar el modo en que nos enfrentamos a ellas, y ésto es algo de lo que sí que puede depender nuestro futuro.
Así que si no quieres añadir sufrimiento a tu dolor, céntrate en el presente, en el aquí y el ahora, pues es el único lugar desde el que puedes sanar tu pasado y construir el mejor de tus futuros.