Cuestiones esenciales
En algún momento de nuestra vida, y en épocas más tempranas de lo que creemos, hemos de plantearnos ciertas cuestiones que los existencialistas denominan esenciales y que se nos cruzan de manera inevitable: a saber, la muerte, la libertad, el aislamiento y la carencia de un sentido vital. No es que de pronto nos paremos en medio de la calle y nos dé miedo morirnos. Es un proceso más inconsciente y sutíl. Nos enteramos de la muerte de un ser querido o nos ocurre un accidente que nos muestra la posibilidad cercana de la propia muerte.
El hecho de tomar conciencia de tales cuestiones es una fuente de angustia e inseguridad a la que nos enfrentamos de muy distintas maneras. En el mejor de los casos nos enfrentamos a ellas con el propósito de resolverlas, y aplicamos soluciones convencionales que funcionan en el mundo cotidiano: cuando encontramos un obstáculo en el camino lo eliminamos, lo sorteamos, o lo evitamos tomando otro camino.
Cuando pensar en la muerte me desasosiega, busco distracciones que me calmen: juego, leo, bebo, hago cualquier cosa que me haga sentir mejor. Este tipo de soluciones nos hace creer que hemos resuelto el malestar, pero al tomar el otro camino nos vuelve a asaltar esa angustia vital transformada en miedos de todos los tipos y colores. Uno de los mas conocidos chistes de Freud ejemplifica la negación de la muerte: «un hombre le dice a su esposa: si uno de nosotros muere antes que el otro, creo que me iré a vivir a París».
Nada más terrorífico a su vez que la libertad, con la que viene de serie el incómodo componente de la responsabilidad. ¿ A quién no le genera malestar la simple verdad de los propios errores e incapacidades ? Dejamos de enfrentarnos a la realidad con tal de no ver esas limitaciones. Así de simple. Paradójicamente, este mecanismo en sí mismo es el más limitante.
Sin embargo, «si existe una ruta hacia lo mejor, esta debe pasar por una contemplación plena de lo peor» ( Thomas Hardy ). Aceptar la idea de la muerte hace que valoremos el simple hecho de respirar. Saber que moriremos irremediablemente banaliza en el momento presente el hecho de tener o no tener razón en una discusión.
Cada uno de nosotros tiende a evitar una o más de estas cuestiones esenciales. No sabremos sobrellevarlas mientras sigamos buscando allá donde no duela.