Si tus mañanas no tienen energía … aprende a despertar
“Despierto y tomo conciencia del lugar en el que estoy. Metido en mi cama. Pienso en todas las cosas que tengo que hacer hoy y sé que tengo que levantarme, pero me cuesta ponerme en pié, siento mi cuerpo sin energía. ¡Cómo envidio a toda esa gente que se levanta llena de vitalidad y ganas de vivir! Yo nunca me he sentido así y pensar en eso me produce tristeza. A pesar de todo trato de levantarme, pero me resulta inevitable quedarme unos minutos más en la cama hundiéndome en la desesperanza que me produce la falta de energía para afrontar el día. Cuanto más tiempo paso en este estado mayor es la sensación de estar haciendo algo malo: debería estar moviéndome ya, en lugar de quedarme aquí inmovilizado en la cama. Me siento culpable. Ya sé que hoy me espera un mal día”.
Si por las mañanas al despertar sientes algo parecido quizás te interese seguir leyendo. Si ya has acudido a tu médico para tratar de encontrar la causa de esta falta de energía al despertar y se ha descartado cualquier tipo de problema físico, quizás la respuesta se encuentre en tu mente.
Al despertar, tu mente le lleva ventaja a tu cuerpo
Mientras tu cuerpo se va despertando tu mente se encuentra funcionando a pleno rendimiento. Puede estar recordando algo importante que ocurrió ayer, planificando las cosas que tienes que hacer hoy, evaluando la situación, comprobando si existe algún problema y buscando posibles soluciones. Ésto es normal y es adaptativo. Para eso está diseñado nuestro cerebro, para protegernos de los posibles peligros. Sin embargo, nuestro cuerpo no responde de la misma manera, necesita algo más de tiempo para activarse. Si paras un momento tu parloteo mental y te dedicas a observar tus sensaciones corporales en esos momentos podrás notar la sensación de pesadez, la falta de tono muscular o, incluso, alguna que otra molestia física.
Es importante que tomes conciencia de este desfase entre el despertar de tu cuerpo y el de tu mente, porque si no lo haces puedes llegar a algunas conclusiones erróneas que acabarán “arruinándote” el día, antes siquiera de empezarlo.
Tu mente no siempre acierta
Cuando tienes la obligación de levantarte y no te encuentras con energía, tu mente detecta que ésto puede ser un problema e inconscientemente se activa la alerta. Es posible, además, que esta evaluación negativa que te invade al despertar no sea una novedad en tu vida, sino que a fuerza de repetirse haya acabado por convertirse en un hábito. Incluso puedes haber desarrollado la costumbre de sentirte culpable por dejarte atrapar por la pereza y sientas angustia al pensar que esto es algo que no podrás cambiar.
Ni que decir tiene que ante este panorama es de lo más normal que te asalten emociones como la tristeza y la desesperanza, que acabarán por consumir aún más tu energía y te llevaran a una espiral en la que ponerte en pié te costará cada vez más.
Toma el control y decídete a cambiar tu despertar
¿Por qué “decídete”? Porque sólo así tendrás la motivación y la paciencia suficiente para poder cambiar esos pensamientos negativos que llevan tanto tiempo afectándote. Porque puede que el primer día que lo intentes no lo consigas, pero con paciencia y práctica, todo se aprende, incluso a despertar.
Si ya te has decidido, te propongo que mañana, al despertar, hagas algo distinto a lo habitual.
En lugar de dejarte arrastrar por tus pensamientos, dedícate un momento a observarlos, ¿que te están diciendo? ¿que es lo que tu mente está trayendo a tu conciencia?. Aprende a “pillarte” cuando te asaltan pensamientos catastrofistas y a darte cuenta de cómo afectan a tu estado de ánimo.
Durante un tiempo, mientras estás experimentando esta nueva forma de despertar que te propongo, trata de poner en duda todo aquello que tu mente te dice, pues no siempre se corresponde con la realidad.
Dale tiempo a tu cuerpo
No intentes analizar la situación durante los primeros minutos de tu despertar, simplemente dedícate a sentir tu cuerpo, a percibir todas las sensaciones, sin juzgarlas. Observa esa falta de energía, cómo tus músculos tardan en responder, porque aún no han despertado. Siente la calidez de tu cuerpo entre las sábanas y siente cómo a pesar de esa falta de energía puedes realizar pequeños movimientos de desentumecimiento que te resultan agradables, estírate y date un poco de tiempo. No tienes que saltar de la cama inmediatamente, dedícate uno o dos minutos a despertar a tu cuerpo con respeto y cariño.
Si pasado ese tiempo sigues sin energía suficiente, simplemente, con cuidado y lentamente, sin realizar grandes esfuerzos, siéntate en el borde de la cama durante unos segundos, siente cómo tu corazón comienza a palpitar con mayor fuerza y frecuencia. Respira lenta y profundamente. Ahora es cuando realmente está ocurriendo el despertar físico. Quédate un instante sintiendo esas sensaciones físicas de activación.
Vuelve a evaluar la situación
Notarás que las sensaciones físicas de tu cuerpo ya no son las mismas. Puede que notes cansancio, puede que aún no tengas vitalidad, pero no estás haciendo lo de todas las mañanas, hundirte en la cama mientras se apodera de tí la desesperanza.
Ahora sí, levántate
Comienza a levantarte lentamente, haz lo que acostumbres hacer, ir al baño, ir a la cocina a beber un vaso de agua, o acercarte a la ventana a ver que día hace, pero hazlo con tranquilidad y centrando tu atención en cómo te mueves y sintiendo tu cuerpo.
Puede que una vez en el baño, frente al espejo, o frente a la ventana, caigas en la cuenta de que hoy has conseguido algo distinto, levantarte porque tú así lo has decidido, sin hacer caso a tu mente, sin dejarte afectar por las sensaciones negativas, sin evaluar negativamente la situación.
Disfruta de tu día
A partir de aquí puedes también decidir lo que harás con el resto de tu día. Puedes estar en paro, o tener que ir a un trabajo que no te gusta, o tener que ocuparte de obligaciones que no te apetecen…. pero al levantarte de esta nueva forma también estarás aprendiendo que la vida se puede vivir de dos formas muy distintas, según las ganas o energía que tengamos para enfrentarnos a nuestro día a día, o según nuestra firme y voluntaria decisión de afrontar nuestra vida independientemente del estado de ánimo en el que nos encontremos.
«Si cambias tus pensamientos, cambiarás tus emociones; si cambias tus emociones, cambiarás de actitud; si cambias de actitud, cambiarás tu vida»