Procrastinación I: Todos sucumbimos a la procrastinación
Todos, en mayor o menor medida, sucumbimos a la procrastinación, esa habilidad que tenemos los humanos de aplazar para mejor ocasión aquellas tareas que no acaban de resultarnos atractivas, bien por considerarlas aburridas, porque nos exigen un esfuerzo que no nos apetece realizar o porque simplemente en esos momentos tenemos cosas más gratificantes de las que ocuparnos.
Frecuentemente estas tareas suelen ir acompañadas de un bajo nivel de motivación para llevarlas a cabo, por lo que es fácil que acabemos encontrando una buena excusa para posponerlas.
Piensa un momento en cuántas veces te has dicho: ”Bueno, hoy me comeré este trozo de tarta, pero del lunes no pasa que comience la dieta”, o “hoy hace demasiado viento para bajar a correr así que esta tarde me quedaré descansando en el sofá, pero a partir del lunes salgo a correr sin falta». Quizás hasta te hayas convencido de que ese mismo lunes dejarás de fumar. En todos esos momentos ya estás siendo víctima de la procrastinación.
Pero ahí no queda la cosa, es muy probable que llegado el lunes encuentres otra estupenda razón para que todas esas buenas intenciones queden aplazadas para el lunes siguiente. Nuestra mente siempre encontrará un argumento perfectamente justificado para sabotear nuestros intentos de llevar a cabo ese tipo de actividades con las que no nos encontramos cómodos.
Como puedes imaginarte el hecho de tener una alta tendencia hacia la procrastinación, puede acabar poniéndonos en situaciones un poco complicadas, ¿Cómo crees que andarán los niveles de ansiedad de aquellos estudiantes que tienen por costumbre dejar todas sus tareas para el último momento o de quien pospone una y otra vez la elaboración de ese engorroso informe que debe presentar a su jefe el lunes a primera hora?
Pero el gran problema surge cuando la procrastinación se ha instaurado como un hábito en nuestra vida, formando parte de nuestra personalidad. En esas circunstancias este tipo de conducta puede llegar a complicar cualquier faceta de nuestra vida:
- Podemos ver comprometida nuestra salud si no somos capaces de poner en práctica las recomendaciones de nuestro médico.
- La demora continua de nuestras obligaciones laborales puede acabar afectando a nuestro rendimiento y productividad.
- Postergar con frecuencia nuestros compromisos con los familiares y amigos puede afectar a nuestras relaciones personales.
- Podemos incluso llegar a aplazar nuestra propia vida si nunca encontramos el momento adecuado para enfrentarnos a decisiones importantes, como si queremos realmente seguir adelante en nuestra relación de pareja, o si ha llegado el momento de poner en marcha ese proyecto con el que siempre hemos soñado.
En estos casos sería conveniente buscar la causa que origina este tipo de conductas, pues tras ellas pueden encontrarse problemas psicológicos como la baja autoestima, el perfeccionismo, la depresión o el miedo al fracaso.