Sé amable contigo mismo
La vida es dura, todos lo sabemos, y así nos lo recuerda el psicólogo Christopher K. Germer al inicio de su libro El poder del mindfulness. Aún así me sorprendió encontrar en él esta idea tan parecida a otra que me perseguía desde hace tiempo: que la vida puede ser o parecer injusta, y que además no existe ley física en la naturaleza para que deba ser de otra forma. A pesar de la aparente inhumanidad de esta afirmación, nada nos hace más humanos frente al resto de los seres vivos que nuestra capacidad para sufrir. Somos capaces de enfadarnos, decepcionarnos, juzgarnos y criticarnos, deprimirnos y, en casos extremos, suicidarnos, sin llegar a percatarnos de que gran parte de ese malestar proviene de esa incansable voz interior que constantemente nos juzga y nos critica, y que nos hace víctimas del mayor de los engaños: confundir estos juicios con la esencia de nuestro yo.
Presta atención al discurso interior que recibes durante todo el día, aquello que te dices a tí mismo, tus ideas, las ideas de otros resonando en tu mente, las valoraciones sobre tu vida y sobre tí. Si el tono de ese discurso te hace sufrir es que no te estás tratando bien, no estás siendo amable contigo mismo.
Siendo amable contigo mismo conseguirás aumentar las emociones positivas hacia ti mismo y hacia los demás, así como una mayor autoaceptación y capacidad para afrontar los problemas.
Puedes comenzar a experimentar la amabilidad contigo mismo dedicándote durante unos minutos a realizar el siguiente ejercicio:
– Comienza con el ejercicio básico de meditación mindfulness.
– Una vez que estés centrado en el presente y en tu respiración, dirige y proyecta amabilidad hacia tí mismo. Si te cuesta imaginarlo, concéntrate en sentir las sensaciones y emociones que te produce abrazar a un ser querido, tómate el tiempo necesario para ello, y una vez que las sientas dirígelas hacia tí. Mantén esta actitud durante unos minutos.
– Siente el poder calmante y sanador de la amabilidad.
– Finalmente, desde la atención en tu respiración, y lentamente, abre los ojos tras ese pequeño momento de calma.
Realizar este ejercicio de forma regular te permitirá, además, sentir más amabilidad hacia los demás, así como valorar la que recibes de ellos.