¿ Y tú, te has convertido ya en tu mejor versión ?
Casi todas las máquinas son actualizadas. Tanto hardware como software son constantemente mejorados para adaptarlos de forma más eficiente a las necesidades del entorno. Sistemas operativos, electrodomésticos, vehículos, teléfonos, y cualquier tipo de máquina o sistema lógico en el que se nos ocurra pensar se actualiza.
El origen de todas las posibles mejoras realizadas en esas máquinas y sistemas es siempre el mismo: la inteligencia humana. Es la conciencia humana la que detecta un problema, usa su potencial creativo para encontrar una solución distinta a la anterior y generar una nueva versión mejorada. Ésto es aprender.
Del mismo modo, la inteligencia humana puede ser empleada para lograr una versión mejorada de nosotros mismos. Sin embargo, éste es un proceso que requiere de una serie de aprendizajes previos y automáticos que acabarán permitiéndonos la toma de consciencia y el acceso a nuestra mejor versión.
Cuando es el entorno el que me modifica
Un ser humano recién nacido aprende de su entorno con los pocos recursos iniciales que posee, incluso sin lenguaje. Su cerebro es capaz de detectar patrones que se repiten y procesarlos de forma automática. Es esta capacidad para aprender automáticamente la que le va proporcionando nuevos significados para representar el mundo y los recursos necesarios para adaptarse a él. Aprendemos en esta etapa inicial independientemente de nuestra voluntad por aprender.
No existe, por tanto, en el bebé una intención consciente de aprendizaje, sino que son tanto su instinto de satisfacción de determinadas necesidades básicas, como la influencia que recibe de su propio entorno lo que contribuye a su proceso de aprendizaje.
Cuando yo comienzo a modificar mi entorno
En un momento temprano de la vida de todo ser humano comienza a formarse una distinción “yo / resto del mundo” a través de la interacción con todo lo que nos rodea, experimentando el mundo, tocándolo, manipulándolo… En esta segunda fase de nuestros procesos de aprendizaje, comienza a existir mayor peso de nuestra capacidad para modificar el entorno.
Cuando yo modifico a los otros
Inevitablemente acabamos siendo conscientes de algo importantísimo mientras aprendemos a modificar nuestro entorno, y es la existencia de «los otros».
Durante esta fase, ante cualquier posible problema o amenaza externa somos capaces de influir en los otros que comparten nuestro entorno. Es una etapa en la que se comienzan a incorporar a nuestra personalidad aquellas respuestas emocionales vinculadas a nuestras relaciones con los demás.
Este nivel de interacción con el medio puede prolongarse durante toda la vida de un ser humano, pues puede permitirnos llegar a ser felices, dependiendo de las circunstancias. Aunque del mismo modo puede con mucha probabilidad hacernos infelices, ya que los mismos mecanismos que usamos para modificar a los otros pueden ser los causantes de nuestro propio sufrimiento cuando no resultan adaptativos.
La ira, la envidia, el rencor, o la tristeza, por nombrar las emociones más básicas, se instauran como estrategias que usamos con mucha frecuencia, y que nos distancian de los seres queridos.
Cuando tomo conciencia de que puedo ser parte del problema
Aprender de forma automática requiere pocos recursos y casi ningún esfuerzo. El cerebro está diseñado para hacer eso sin que medie nuestra voluntad o nuestro empeño. Tanto manipular, como dejarse manipular, de forma automática por el entorno o por los demás pueden ser estrategias de conducta que resulten eficaces para satisfacer una necesidad inmediata ( por ejemplo, ceder antes las constantes exigencias de mi pareja evita que entremos en conflicto en un momento dado).
El problema surge cuando nos limitamos a aplicar este tipo de soluciones automáticas ante cualquier dificultad que se nos presente, sin tener en cuenta los efectos a largo plazo de nuestra propia conducta. Cuando no somos conscientes de los problemas que ésta nos puede llegar a generar difícilmente seremos capaces de relacionar los problemas enquistados con las causas que los originan ( por ejemplo, me resultará difícil reconocer que mi tristeza y desmotivación se deban a que tiendo a anteponer las exigencias de los demás a mis propias necesidades ).
Cuando nos encontramos con un problema que se repite en nuestra vida y somos capaces de tomar conciencia de ello, podemos preguntarnos algo paradójicamente revelador y sanador: ¿ Y si el problema no es el «problema» ? ¿ Y si el problema es el modo en que suelo actuar «yo» ?
Cuando soy capaz de modificarme a mí mismo
Tomar conciencia de que yo también puedo formar parte de un problema me permite generar la intención sanadora de cambiar y a partir de ese momento llevar a cabo los esfuerzos necesarios que me orienten hacia esa dirección, sustituyendo aquellos mecanismos automáticos que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida y que en la actualidad nos resultan poco adaptativos por otros más adecuados a nuestras circunstancias actuales.
Este es un esfuerzo personal y único de cada individuo, pero se trata de un camino en el que la figura del psicólogo ayuda a mostrar y desmontar esos puntos ciegos que son nuestros automatismos defensivos. Se trata de un camino de auto conocimiento que conduce hacia una mayor autenticidad de nuestro propio ser.
Como sotiene un dicho sufí:
«Convertirte en lo que eras antes de ser, con el recuerdo y la comprensión de lo que has llegado a ser.»